martes, 26 de abril de 2011

Crónica de una visita desilusionadora

El asesor de comunicaciones de la vocera del gobierno es, en teoría, un gran invitado a una clase de segundo año de periodismo. Pero Rendich no estuvo a la altura. Quizás fueron sus nervios, las pocas ganas de estar ahí, a cinco metros de 20 alumnos que tratan de mostrarse interesados en lo que dice o el miedo de que alguno de ellos le haga una pregunta que lo incomode.
Se sienta en la mesa del profesor, de piernas cruzadas y constantemente evidencia su nerviosismo moviendo involuntariamente su pie derecho. “Esperemos que lleguen todos mejor”, le dice nerviosamente a Mirko, quien lo invitó a esta aventura. Éste asienta con la cabeza, sentado en uno de los incómodos bancos de esa enana sala. El tamaño del salón podía jugar dos roles: cercanía entre los “maestros y aprendices” o presión entre unos y otros. Pareciera que durante esa hora y media Rendich nunca se sintió cómodo. Revisa su celular constantemente, evitando el contacto visual con alguno de nosotros.
Una risa nerviosa y empieza. Su pie derecho sigue moviéndose, cada vez más fuerte.
Su currículo es puro protocolo. Es cierto que después de estar en la Qué Pasa trabajó en el Reportajes del diario La Tercera del grupo COPESA, que administra la familia Saieh. Pero nosotros queríamos datos, algún cahuín que le diera el tono interesante que buscábamos en el invitado. Saber un poco más de la intimidad de Bofill o cómo trata a sus empleados. Algo de la eterna rivalidad con los Edwards, que parece de obra de teatro. Nos podría haber ayudado a buscar la pieza que nos permita seguir armando el rompecabezas del duopolio de la información en Chile.
Evadiendo las pocas preguntas que buscaban revelar el interior de COPESA, miraba a Mirko para encontrar una salida a este momento de tensión. El director de El Mostrador lo miraba con una sonrisa relajada y le hacía preguntas que parecían hundirlo cada vez más. Es que quién más que Macari para comenzar con el interrogatorio. Quería exprimir el jugo de las respuestas de Rendich. Nosotros, los alumnos, éramos meros espectadores de un pingponeo que ilusamente esperábamos que llegara a buen puerto, aunque por dentro sabíamos que esa conversación no tenía ni pies ni cabeza.
Pese a lo monótono y poco productiva que resultó la invitación, el tiempo pasó rápido, quizás no tanto para Rendich. Era tiempo de la despedida.
Resulta, por lo bajo, digno de análisis ver cómo el cuarto poder se convierte en parte del ejecutivo. ¿Rendich habrá presionado alguna vez a los que ahora tiene que defender y asesorar? Es sabido, gracias al gobierno transparente, que un asesor comunicacional del gobierno gana más de 5 millones de pesos. Puede ser esa la respuesta para justificar su paso al lado oscuro. Yo, como periodista en potencia, prefiero mantenerme al margen de los grupos de poder y empezar pronto a gastar zapatos reporteando en la calle. Espero que si algún día me llaman del Palacio de Gobierno para formar parte del Segundo Piso, alguien me haga leer esta crónica para, por lo menos, cuestionar mi decisión.

Atte, el Poeta Urbano 

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