miércoles, 3 de noviembre de 2010

Gato cabrón

Llevaba dos horas preparando una cena romántica para mi pareja y, al primer descuido, Sabino se escabulló entre los condimentos y, como en una misión secreta, se robó la comida. El muy perla salió corriendo escaleras abajo, mientras los tres gatos de mi vecina loca –que parecen espías de la KGB– actuaron de cómplices y no hicieron nada al verlo escapar. Si mi casa antes parecía Egipto por la adoración que le teníamos, hoy quiero quemarlo vivo como en la Edad Media. Volvió a las dos horas y su cara de “tengo hambre” pudo más con el odio y el castigo que le tenía preparado. Finalmente, la cena romántica por un año de pololeo terminó en tallarines con salsa hechos a la rápida y Sabino –el tierno gato de mierda– se tomó la leche tibia que le serví y se puso a roncar en nuestra cama, patas arriba.


Atte, el Poeta Urbano

1 comentario:

Konga dijo...

kjakajkaj
me parecio bastante bueno
y me sacaste una carcajada