Existió un niño que le tenía miedo a un árbol. Debido al viento, las ramas se movían y asustaban al pequeño, que lloraba creyendo que le caerían encima. Lo que el niño nunca pudo ver era que el tronco del árbol era más firme y por eso el árbol no caería. La ingenuidad nunca lo dejó ver la totalidad del árbol y por eso siempre se mantuvo con miedo a las ramas. Fue incapaz de ver el tronco. El niño existe y existirá en nosotros, siempre.
Atte, el Poeta Urbano